La “cuna de emperadores” sale de su letargo gracias al reto de la declaración de Patrimonio Mundial, las inversiones, la dinamización cultural y los rodajes
La sociedad actual debe a la antigua Roma no pocos de los más célebres e importantes monumentos de Occidente, que década tras década siguen captando la atracción y fascinación de los viajeros y amantes de la Antigüedad Clásica. El grandioso Anfiteatro Flavio o Coliseo, icono de la arquitectura romana; las impactantes ruinas de Pompeya, reflejo abrumador de las ciudades de la época tras su conservación bajo un manto de ceniza; o los vestigios del prodigioso Muro de Adriano, que con sus 117 kilómetros dividía la isla de Britania, son algunos de los máximos exponentes del notable legado patrimonial de Roma.
En la península Ibérica, a la hora de hablar de la herencia romana es obligatorio mencionar enclaves como el teatro de Mérida, promovido por el cónsul Marco Vipsanio Agripa, íntimo amigo de César Augusto; el portentoso acueducto de Segovia con sus 167 arcos y 28 metros de altura; la muralla de Lugo con sus más de 2,2 kilómetros de perímetro y sus 85 torres o el anfiteatro de la antigua Tarraco, casi mecido por las olas del mar Mediterráneo.
En este apartado, el de los monumentos de la antigua Hispania romana, merece especial mención el creciente protagonismo del conjunto arqueológico de Itálica, localizado en Santiponce (Sevilla) y con un peso específico en la Historia, como primera ciudad fundada por Roma en Hispania, cuna del emperador Trajano y según no pocos expertos y textos históricos también de Adriano.
Estas ruinas, conocidas como Sevilla la Vieja durante la fase tardía de la Edad Media, atraían ya durante el Renacimiento la atención de estudiosos y eruditos y para dar una idea del patrimonio que atesoraban, basta decir que el Museo de Arqueología de Sevilla abrió sus puertas en los años 40 exclusivamente con piezas de esta antigua ciudad.
DESDE LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA
La fundación de Itálica se atribuye al general y cónsul romano Publio Cornelio, el famoso Escipión el Africano, en el marco de la segunda guerra púnica entre Roma y Cartago. Tras la batalla de Ilipa, librada por romanos y cartagineses en el año 206 antes de la era común en la actual Alcalá del Río (Sevilla), Escipión habría decidido crear el asentamiento para los veteranos y heridos de aquella campaña militar, dando lugar a una población que ya en el siglo I antes de la era actual obtendría el estatus de municipio.
El enclave nació en lo que la toponimia moderna reconoce como Cerro de San Antonio, actualmente cubierto por el casco urbano de la localidad de Santiponce, donde no obstante es posible contemplar las ruinas de las denominadas termas menores, correspondientes al periodo de Trajano, y el antiguo teatro, asentado en una ladera del citado promontorio.
Los vestigios de la Itálica inicial o ‘vetus urbs’ yacen así bajo la trama urbana de Santiponce, mientras el actual conjunto arqueológico alberga principalmente la expansión urbanística o ‘nova urbs’ acometida durante la etapa del emperador Adriano, íntimamente conectado con la ciudad como hijo directo de ella o por el arraigo de su familia en la misma, pues diversos historiadores fijan su lugar de nacimiento en Itálica pero otros lo hacen en Roma.
En cualquier caso, no deja de tener significado el hecho de que fuese precisamente durante el mandato de Adriano (117-138 de la era actual), cuando Itálica experimentase su notable expansión urbanística y alcanzase además el rango de colonia.
Y es que el apogeo de la denominada como “cuna de emperadores” salta a la vista en cuanto comienza la visita al conjunto arqueológico, dentro del cual el anfiteatro se alza como joya indiscutible.
EL TERCER ANFITEATRO MÁS GRANDE DEL MUNDO ROMANO
Construido en el marco de la ampliación urbanística promovida en la etapa de Adriano y con capacidad para unos 25.000 espectadores, el anfiteatro de Itálica sería el tercero en tamaño del mundo romano tras los de Roma y Capua. Es más, según el arqueólogo y doctor en Historia del Arte Alejandro Jiménez, dado que la cronología del anfiteatro de Capua “no está muy clara”, existe la posibilidad de que “cuando se diseñase, el de Itálica fuese el mayor nunca construido a excepción del Coliseo” de Roma, que podía acoger a unos 55.000 espectadores.
Aunque el edificio sólo conserva el más bajo de los tres cuerpos de grada con los que contaba, sus dimensiones, su foso, galerías de acceso, corredores interiores o la sala santuario dedicada a Dea Celestis y Némesis reflejan claramente la grandiosidad del recinto.
Su visible empaque y su grado de conservación, que permite recorrer sus túneles y ascender hasta uno de los sectores de la grada, hacen del anfiteatro el protagonista principal de la visita a Itálica, si bien el yacimiento alberga muchos testimonios más del esplendor de esta antigua ciudad romana.
Y es que la ‘nova urbs’ de Itálica, cuya visita arranca al suroeste del anfiteatro, dibuja un entramado de calles perfectamente trazadas en ángulos rectos, algunas de las cuales llegan a alcanzar una anchura de hasta 16 metros, lo que da una idea de la magnificencia alcanzada por la ciudad gracias a la ampliación promovida por Adriano. Pasear por los pavimentos enlosados del cardo máximo o de la calle recientemente reestrenada en el sector de Cañada Honda, por ejemplo, ayuda a recrear mentalmente la envergadura del paisaje urbano italicense.
Además de este notable viario, aunque el implacable transcurrir de los siglos y los expolios previos a la protección del yacimiento han hecho estragos en las ruinas, Itálica conserva importantes vestigios de los presumiblemente imponentes edificios públicos y grandes casas o domus que poblaban las parcelas rectangulares de su extensa trama urbana.
LAS DOMUS DE ITÁLICA
Siguiendo el orden de la visita, destacan en ese sentido los restos del bautizado como edificio de la Exedra, un recinto de usos múltiples que habría acogido la sede de una asociación o “collegium”, así como unos baños y una sala de reuniones, donde destacan una palestra para la práctica del ejercicio físico o una llamativa letrina colectiva junto al denominado como Mosaico de los Pigmeos, entre otros elementos.
A una cota superior del desnivel sobre el que se asienta esta parte de la ‘nova urbs’ descansan además las ruinas de la llamada Casa de los Pájaros, una privilegiada residencia caracterizada por el mosaico del que toma su nombre, en el que se distinguen más de 30 especies de aves. Los patios y las estancias domésticas del recinto, también decoradas con atractivos mosaicos, invitan a imaginar la suntuosidad de esta exclusiva domus romana.
Ya hacia el sector oriental del yacimiento, los vestigios de la Casa del Planetario giran en torno al solemne mosaico homónimo, que refleja los siete astros del Sistema Solar conocidos por los romanos, cada uno de ellos personificados en un dios que a su vez simboliza un día de la semana. Los restos de esta domus, asociada a unos habitantes de alto poder adquisitivo dadas las dimensiones y calidad de la construcción, incluyen también el mosaico de Baco, que recoge el romance entre dicho dios y Adriadna tras el episodio mitológico del laberinto del Minotauro.
También en ese entorno se localizan las ruinas de las termas mayores, que junto con su extensa palestra aneja habrían conformado un amplio conjunto de más de 30.000 metros cuadrados, en el que destacan vestigios de una gran piscina con forma de T, de las calderas y de diferentes estancias y estructuras subterráneas. Pese al devenir de los siglos, las dimensiones y complejidad del recinto, apreciadas con su mera admiración, evocan la envergadura con la que habría contado este edificio público destinado a los baños, el ejercicio físico y los encuentros sociales.
A estos enclaves del yacimiento se suman otros espacios como los vestigios de la denominada casa de Neptuno, por los motivos del espectacular mosaico descubierto en la misma y de la que apenas ha sido excavada una cuarta parte de sus 6.000 metros cuadrados, o los restos de lo que habría sido el templo de Trajano, del que por el transcurrir del tiempo y los expolios sólo sobreviven elementos difícilmente identificables para el visitante, pero que constituía uno de los principales edificios de la ‘nova urbs’.
Al margen de la ampliación adrianea que abarca el perímetro del conjunto arqueológico, en la ladera del cerro de San Antonio, en pleno casco urbano de Santiponce, se localiza el teatro de la Itálica previa a Adriano, construido durante las etapas de César o Augusto y con capacidad para unos 3.000 espectadores.
Aunque el recinto está cerrado a las vistas salvo en ocasiones excepcionales, es posible contemplarlo desde el denominado mirador del teatro cuando el mismo está abierto o mejor desde una prolongación de la calle Velázquez, toda vez que junto a su graderío sobrevive un torreón datado en tiempos de Augusto.
Además, entre las calles Trajano y Adriano se conservan las ruinas de las llamadas termas menores, unos nada desdeñables vestigios flanqueados por el caserío urbano del actual Santiponce, cuya construcción se remontaría al primero de los citados emperadores italicenses.
LA “MERECIDA POSICIÓN” DE ITÁLICA
Pero toda esta ingente cantidad de patrimonio histórico y legado de la cultura romana ha tardado en lograr un reconocimiento acorde a su valor. El plan director redactado a comienzos de década para planificar la gestión y conservación del conjunto arqueológico de Itálica, sin ir más lejos, exponía que pese a que el recinto constituye «un yacimiento excepcional» y todo un «referente» en materia de investigación histórica, «esta merecida posición” tenía “una menor repercusión tanto en el ámbito institucional como en el de la opinión pública».
Del mismo modo, dicho documento oficial daba cuenta de que el conjunto arqueológico no había sido “favorecido con las inversiones públicas” que necesitaba, contando con “bajos presupuestos” y “altibajos e interrupciones” en las actuaciones de conservación y recuperación de sus enclaves.
Empero, a día de hoy esa situación ha experimentado un claro viraje, con aspectos como la restauración del teatro y su funcionamiento como escenario del Festival Internacional de Danza de la Diputación de Sevilla y del ciclo de Teatros Romanos de Andalucía, así como de otros eventos ocasionales; la promoción de frecuentes actividades en el yacimiento como jornadas de recreación histórica, visitas guiadas o rutas fotográficas; e inversiones como las acometidas para recuperar la puerta Libitinaria del anfiteatro, rehabilitar varios de sus mosaicos o renovar su señalética informativa.
Pero de modo especial, en la nueva proyección de la que goza Itálica pesan su candidatura a la declaración de Patrimonio Mundial, impulsada por la Asociación Cívica del Sur (Civisur), que esgrime el papel de esta antigua ciudad romana como exponente íntegro del urbanismo y la arquitectura promovidas por el emperador Adriano, y el apogeo cinematográfico del conjunto arqueológico.
LA ITÁLICA DEL CINE
Y es que en los últimos años, Itálica ha sido el escenario del rodaje de escenas clave para dos de las temporadas de la famosa serie televisiva de HBO Juego de Tronos, lo que indudablemente catapultó al plano mundial la visibilidad del recinto arqueológico, al tratarse de una producción con legiones de seguidores en todo el planeta.
Igualmente, las ruinas de esta antigua ciudad romana han albergado grabaciones para la primera temporada de la aplaudida serie española La Peste o para el cortometraje Amanecer de Samuel McFadden, además de acoger la filmación de imágenes para documentales por parte de equipos de la BBC, de una productora japonesa para la cadena nipona de televisión ‘BS Fuji’ o de la Radio Televisión Italiana (RAI).
Todo un espaldarazo, claro está, para la promoción de este emblemático enclave, que ya en los lejanos años 80 acogía la grabación de producciones como ‘Hommage à Seville’ (1981) sobre el papel de la capital andaluza como musa de Plácido Domingo, o la miniserie de 1985 ‘Dardanelos (Harem)’, rodada también en Túnez y Gran Bretaña.
La vieja Itálica, la “cuna de emperadores”, recupera así su protagonismo y camina bajo los focos hacia la declaración de Patrimonio Mundial, con muchos secretos aún en las entrañas de sus pedregosos terrenos, pues más allá del rico legado descrito en estas líneas, se calcula que el enclave puede albergar unas 30 casas o domus romanas aún por excavar.