Este Monumento Natural en la localidad pacense de Fuente del Arco ofrece la posibilidad insólita de ver una auténtica falla por desplazamiento lateral de roca que la explotación minera dejó al descubierto
Más allá de los esquemas y dibujos con los que libros de Ciencias Naturales o Conocimiento del Medio representan la corteza terrestre, sus diferentes capas, placas tectónicas y los movimientos y fracturas que hace miles de años generaron las montañas, valles, volcanes o islas que hoy podemos ver, no resulta fácil visualizar en vivo y en directo los fenómenos geológicos que se producen en las entrañas de la Tierra. Normalmente, vemos su efecto en la superficie. Las fallas, esas fracturas que se producen en la corteza por las fuerzas internas de la tierra y que desplazan bloques de rocas modificando el paisaje, están bajo nuestros pies. A veces los choques entre bloques son tan fuertes que se producen terremotos, maremotos o erupciones volcánicas pero incluso en esos casos vemos la punta del iceberg pero no el desplazamiento de los bloques de tierra en sí. Salvo que una parte de esos bloques desplazados queden al descubierto por la excavación intencionada de la superficie terrestre como la que tiene lugar para la extracción minera.
En la localidad pacense de Fuente del Arco, la explotación de la Sierra de La Jayona para extraer hierro a principios del siglo XX (único periodo documentado aunque la hipótesis más probable es que ya los romanos excavaran la zona) dejó al descubierto una de estas fallas de desplazamiento, en este caso lateral, que hoy es perfectamente visible durante el recorrido visitable de la Mina La Jayona. Un Monumento Natural no solo por este fenómeno sino por las formas dadas artificialmente a la montaña por la actividad minera, con sus galerías, túneles, pozos y taludes para verter el mineral extraído a las vagonetas; por los distintos tipos de hierro que hoy tiñen las paredes de brillos grises azulados, amarillos y rojizos; y por el particular ecosistema de flora y fauna que ha hecho de su interior su hábitat gracias al microclima fresco y húmedo de la mina que contrasta con el bosque mediterráneo de dehesa de su entorno, en las estribaciones de Sierra Morena.
La Mina La Jayona es en realidad la fusión de dos minas: El Monstruo y Ya te lo dije que en el siglo XX fueron explotadas como una sola. Se sitúa a 8 kilómetros del pueblo de Fuente del Arco, un enclave fronterizo entre Andalucía y Extremadura y entre las cuencas del Guadiana y el Guadalquivir. Estuvo activa hasta 1921y en las dos décadas documentadas de actividad se llegaron a extraer 270.000 toneladas de mineral literalmente a pico y pala, ya que el uso de los barrenos y la pólvora se extendió en la minería en sus últimos años. Todo este mineral no se fundía en el municipio sino en la localidad cordobesa de Peñarroya, a donde se llevaba primero en animales de carga y posteriormente en un teleférico hoy desaparecido.
Los conflictos sociales y la caída de la demanda tras la I Guerra Mundial provocaron el cese de la actividad, ya que ni mucho menos está agotada. Incluso tras la Guerra Civil, en los años 50, hubo proyectos para volver a explotarla pero con el teleférico desmantelado, llevar el ferrocarril hasta la sierra para transportar el hierro no resultaba rentable. Y abandonada por los hombres fueron las aves, reptiles y mamíferos voladores como los murciélagos los que la convirtieron en su hábitat, aprovechando el microclima de su interior y esparciendo semillas y polen que han hecho crecer en sus huecos no solo matorrales sino árboles frutales como higueras,
De los 11 niveles que los mineros excavaron en la montaña, se pueden visitar 3. Suficiente para sentir la claustrofobia de sus galerías; asombrarse del trabajo que conllevaba la extracción del mineral, su carga en las vagonetas y su transporte al exterior; y disfrutar del privilegio de ver una espejo de falla claramente (en este caso un desplazamiento horizontal de izquierda a derecha que se aprecia perfectamente por la dirección de las estrías en la roca desplazada). Al final de la zona visitable, la sorpresa final, la llamada sala de las columnas, donde en verano se puede disfrutar de recitales y conciertos en un escenario privilegiado.
La visita es guiada, de hora y media de duración, y se realiza a diario durante todo el año con dos turnos por la mañana, cuyo horario varía entre semana y los fines de semana, al módico precio de 2 euros. Es necesaria reserva previa.
La Capilla Sixtina extremeña
Para completar la jornada, resulta imprescindible acercarse al otro gran monumento de Fuente del Arco, este histórico artístico: la ermita de Nuestra Señora del Ara, del siglo XV y estilo mudéjar cuya decoración pictórica con escenas del Antiguo Testamento cubriendo todo el techo abovedado y sus paredes laterales le han valido el sobrenombre popular de la Capilla Sixtina extremeña. Las pinturas, de autor desconocido, se encuentran actualmente en proceso de restauración si bien la mayoría de ellas presentan muy buen estado de conservación gracias a que durante años estuvieron cubiertas por capas de cal y en algunos casos escondidas tras retablos barrocos.
Y es que desde el siglo XV la ermita ha sufrido diversas modificaciones. Las pinturas más antiguas son las de los zócalos laterales de las paredes, simples y geométricas, representan una sucesión de plantas de casas. Son las únicas al fresco, ya que las escenas religiosas de la cúpula son al óleo o al temple. El hecho de que una de ellas esté fechada en 1716 permite conocer que fueron terminadas en torno a ese año pero se desconoce cuándo comenzaron a pintarse. Las más recientes son las que se sitúan bajo el trascoro, del s.XIX. Se trata de una pintura pagana en la que cuatro mujeres representan alegóricamente a los cuatro continentes entonces conocidos (América, Asia, Europa y África), cada una de ellas rodeada de animales y vegetales alusivos a estos pero también ataviadas según las cuatro estaciones y con alusiones a los cuatro puntos cardinales y a los 4 elementos del mundo (tierra, agua, agua y fuego) con los signos del zodiaco de cada uno de ellos. Una completa cosmovisión.
Preside el altar, con un retablo y un camarín barrocos posteriores a las pinturas, la imagen de la conocida como Dama de la Jayona, del siglo XVIII, si bien antes de ésta se rendía culto a una tabla gótica del siglo XIV (la pieza más antigua de la ermita) que representa la aparición de Nuestra Señora del Ara, cuyo nombre reciben muchas mujeres en la localidad y que significa altar en latín. Alude a la especie de altar formado por las ramas de una higuera, árbol genuinamente extremeño, entre las que según la leyenda apareció la Virgen al rey moro Jayón (que da nombra a la sierra) y a su hija Erminda, cuyas pequeñas esculturas se sitúan a los pies de la imagen de la Virgen que hoy recibe culto y que está inspirada en el cuadro.
No obstante, los estudios arqueológicos indican que antes de la construcción de la ermita a cargo de la Orden de Santiago tras la Reconquista cristiana de la Península, ya había un lugar de culto en este punto no solo en época musulmana sino incluso anteriormente tanto de visigodos como de romanos. Es la otra explicación que se da al origen del nombre de Ara, que también recibe el cercano afluente origen del manantial que surtía de agua la fuente a la que alude la toponimia del municipio.
La arcada lateral del edificio es la parte más antigua que se conserva de la construcción mudéjar mientras que la espadaña y el campanario fueron añadidos posteriormente.
La ermita, declarada Bien de Interés Cultural, no es un edificio aislado sino integrado en un complejo que incluye aposentos, una bodega con lagar y un molino de aceite. Todos fueron construidas por la Orden de Santiago y siguen siendo privados (la casa del prior está en venta). Solo la ermita es de titularidad pública y visitable de martes a domingo en horario de 10.00 a 15.00 horas. No es necesario reserva previa, la entrada cuesta 2 euros y cada día hay 3 visitas guiadas a las 10.30, 12.30 o 14.15 horas.