Colmar, el corazón de la navidad alsaciana
Lalia González Santiago
@Laliags
12 de diciembre de 2018

 

 

Pueblos de cuento, vino caliente, artesanía delicada, gastronomía de calidad y un retablo extraordinario

 

 

Huele a especias y burbujean los calderos con la potion magique de los vins chaudes, los vinos calientes que templan el cuerpo y confortan el corazón. Quien haya experimentado esa extraordinaria primera impresión en un mercado navideño europeo ya nunca dejará de perseguirla. El frío, la niebla, la lluvia, la melancolía de los días breves desaparecen como por ensalmo en esta catarsis perfumada en torno al solsticio de invierno. Ningún lugar mejor que el País de Colmar, el corazón de la Alsacia, para sumergirse en el espíritu de la Navidad. Los hermosos cascos históricos medievales de sus pueblos acogen hasta la víspera de la Nochebuena, y desde final de noviembre, mercadillos y actividades diversas que se ofrecen al viajero como una insólita experiencia sensorial: desde la abigarrada visión de los puestos de madera con su variada oferta hasta la sabrosa gastronomía autóctona, con los vinos de Alsacia en primer lugar y un menú a no despreciar de tartes flambées, o flammenkuchem, codillos, choucrutte, baekaoffa, braserade… En especial, sentir el “tiempo europeo”,  la intensa impresión de estar en un lugar por donde han pasado siglos de cultura. Atractivo de masas, icono de las costumbres occidentales, el reciente atentado de un ‘lobo solitario’ no significa que no estén protegidos por intensos controles: revisión de bolsos en cada acceso, bolardos, patrullas del Ejército y de la Policía por doquier, que dan una sensación general de seguridad.

 

Estrasburgo

 

Para adentrarse bien en el espíritu de la navidad alsaciana conviene entrar por Estrasburgo. La ciudad sede de las instituciones europeas conserva un extraordinario casco histórico, en torno a una milenaria catedral gótica, una obra de arte absoluta, que termina en La Petite France, un barrio de canales que puede recorrerse en pequeños barcos. Junto a las corrientes de agua y las esclusas se conservan manzanas de casas que son muestras perfectas de la arquitectura de la región: estructuras de madera a la vista, piedra, colores pastel, tejados abuhardillados, incluso a varios niveles, y decoradas ahora con todo lujo: guirnaldas de luces, flores, abetos, personajes de Navidad, estrellas y corazones, incluso autómatas en acción vinculados a la antigua naturaleza de la finca, panaderos, cazadores que hasta disparan a jabalíes…. Todo detalle es poco para celebrar el nuevo ciclo de la vida que se va a abrir con Santa Lucía y la visita de San Nicolás, transformado por el marketing en el orondo Papa Noel.



 

Diversidad de productos en mercadillos

 

A una hora de distancia se encuentra Colmar, cabecera de la comarca situada en el corazón de la Alsacia.  Su casco histórico está también repleto de hermosas casas de cuento y los mercadillos de Navidad se suceden en sus plazas, repletos de la oferta de la región, los vinos calientes (tintos, blancos, aromatizados con naranja, canela, anís, también zumos de fruta sin alcohol) cervezas de todas las clases, incluidas las de Navidad, y un enorme surtido de quesos, con el Munster como estrella especial, patés, quichés, civets, embutidos, galletas especiales navideñas, o bandeles, pan de épices de múltiples sabores, merengues espectaculares, todo tipo de artesanía para adornar la casa, productos naturales, nada prefabricado.

 

Colmar tiene también su barrio de canales, La Petite Venice, que se puede recorrer incluso en góndola, en torno a casas más coloridas y de menor empaque que las de Estrasburgo, pero igualmente encantadoras. Cerca, un mercado cubierto ofrece puestos de abastos al uso y pequeños restaurantes donde reponer fuerzas. Con todo, no se puede abandonar la ciudad ni la región sin vivir el ambiente de los singulares winstub, especie de taberna o brasserie, que conservan la huella de muchas horas de disfrute en sus paredes. Entre ellas una muy singular, Les incorruptibles, como una orgullosa concesión a Robespierre.

 

 

 
El retablo de Isenheim

 

En Colmar hay que visitar también la colegial de San Martin, donde se ofrecía un concierto de órgano bajo el prometedor lema de ‘Tiempo de respiración’, pero sobre todo hay que visitar el Museo Unter Linden  y allí el retablo de Isenheim. Solo por verlo merece la pena el viaje. Se trata de una pieza realizada en 1512-16 por Mattias Grünewald de la que habla George Steiner y que obsesionó a Elías Canetti, que la tuvo reproducida hasta el detalle en su habitación durante los seis años en que escribió Auto de fe

 

Nada mejor que sus propias palabras para describir esta obra mayor

 

 

«En Colmar me pasé el día entero ante el Retablo; ignoro a qué hora llegué y a qué hora me fui. Cuando el museo cerró deseé ser invisible para quedarme en él toda la noche. Contemplé el cuerpo de Cristo sin sentimiento de pesar, el aterrador estado de aquel cuerpo me pareció verdadero, y a la luz de esas verdad tomé conciencia de lo que me había desconcertado en las crucifixiones: su belleza, su glorificación. Esta última era más bien propia del concierto angélico, no de la cruz. Aquello que en la realidad nos hubiera hecho retroceder aterrados aún era perceptible en la pintura: una reminiscencia del horror que los seres humanos suelen atribuirse unos a otros. Por entonces -primavera de 1927- la guerra y la muerte por el gas estaban aún lo suficientemente cerca como para resaltar la veracidad de esta pintura. Acaso la tarea más indispensable del arte se haya olvidado con demasiada frecuencia: no la catarsis ni el consuelo, ni un disponer de todo como si las cosas acabaran bien, pues no acaban bien. Pestes, pústulas, tortura, espanto -y en vez de la peste, ya superada- inventamos monstruosidades peores. ¿Qué puede importar aún el consuelo de las ilusiones frente a esta verdad, siempre idéntica sí misma y eternamente presente? Todo el horror que nos amenaza está prefigurado allí. El dedo de San Juan, desmesurado, apunta a él: así es, así volverá a ser. ¿Y qué significa el Cordero en este paisaje? ¿Era el cordero ese hombre que se pudre en la cruz?.» 

 

En este centro de Alsacia sale al paso la historia de Europa, las heridas abiertas de las guerras, aún frescas, visibles tanto en los ramos de flores recientes al pie de los monumentos como en las numerosas estelas, estatuas, monumentos funerarios, en el callejero de la ciudad, en los cementerios. Al salir de Estrasburgo hay un enorme camposanto donde reposan millares de víctimas de todos los bandos de las últimas guerras, un sobrecogedor prado de cruces, en un esfuerzo de humanidad y reconciliación que impregna toda la región. En el pequeño cementerio de Kaiserberg se destacan estelas musulmanas que señalan los cuerpos de soldados de nombre árabe de la II Guerra Mundial. Hay huellas de disparos visibles a la altura de la vista en la catedral de la capital europea, pero también rompe el aire un ángel sobre un pedestal en el pequeño pueblo de Eisenheim. A la memoria de los desgraciados jóvenes de apellido alemán que fueron reclutados por la fuerza por las tropas nazis durante la ocupación y perdieron la vida. 

 

Eghisheim, en el centro de la foto monumento en memoria de los jóvenes reclutados por los nazis. Foto: Lalia Gonzalez-Santiago

 

Las guerras golpearon especialmente a esta región, territorio de frontera y de múltiples vaivenes históricos, que Francia tuvo que ceder tras perder la Guerra Franco-Prusiana en 1871. Aunque la recuperó tras la derrota alemana en la I Guerra Mundial, la Alemania nazi se la anexionó de nuevo en 1940. Tras la II gran guerra, Alsacia volvió a ser francesa.

 

El poso de la historia da un atractivo único en este rincón de nuestra Europa, y hace realidad esa distinción de Steiner entre el paisaje estadounidense “ajeno al pensamiento y al dolor humanos”, “atemporal en su indulgente indiferencia” y estas colinas de viñedos, estas ciudades esmeradas, de tejados inclinados, donde se siente la presión a menudo trágica de la historia que ofrece “instantes enigmáticos”, dice el sabio catedrático, “una condensación y concentración de tiempo momentáneas”. 

 

Foto: Lalia González-Santiago

 

Magia y cuento

 

Esta magia puede ser también alegre. En el pequeño Eguisheim, a siete kilómetros de Colmar, parece que en cualquier momento va a salir a pasear Bella, la protagonista de La Bella y la Bestia, y un personaje desde una ventana gritará “Marie, las baguettes!”. El pueblo, elegido Preferido de Francia en 2013, ofrece a pequeña escala todos los elementos del reducto medieval: muralla, castillo, iglesia, infinidad de caves, bodegas familiares donde apreciar las especialidades de la región.

 

 

La ruta de los pueblos que ofrecen mercados navideños no se acaba. Todos son distintos, aunque con un denominador común. Turckheim, por ejemplo, ordenado, pequeño, en torno a un singular jardín medieval con un parterre de plantas mágicas; Kaiserberg, monumental, lleno de imágenes de postal en torno a su río y su puente; Riquewihr, de una riqueza inesperada, señorial, en torno a una monumental torre de vigilancia ahora adornada por un mapping. y aún hay más citas prometedoras: Munster, Ribeauville, Bergheim, Rouffach, Neuf-Brisach… Las oficinas de turismo tienen bien organizadas las visitas y existen navettespara facilitar el acceso. Los fines de semana, la afluencia es enorme y todas las facilidades son bienvenidas. Existen controles de seguridad a la entrada de todos los mercadillos y abundan las patrullas de vigilancia, militares y policiales, pero no k fluyen en el clima de luz, ilusión y alegría de estas fiestas.

 

Vinos de primera

 

Fuera de estas fechas, la Alsacia profunda sigue ofreciendo atractivos. en especial la ruta de los vinos un largo itinerario de pueblos, bodegas y especialidades, muy bien organizada.

Las caves alsacianas ofrecen vinos, cremants, grands crus, eaux de vie, whiskies propios, con especialidades indispensables como los gewurztraminer, que saben aquí mejor que en ninguna otra parte, el pinotgris, los frescos pinot blanc, sylvaner, rieslingy muscat, los tintos y rosados, que cuidan más de 900 bodegas en la zona.

 


5 comentarios sobre “Colmar, el corazón de la navidad alsaciana

  1. Magnífico reportaje que ha captado la hermosa experiencia vivida en la Alsacia Gracias a la periodista y profunda observadora.

    • Gracias. Es fácil escribir sobre lo que emociona. Yo sostengo que lo mejor del viaje es contarlo, y el periodismo permite llegar más allá de tu familia… que no suele aguantar mucho rato la batallita

  2. ¿ME LO RECOMIENDAS PARA VISITAR CON NIÑOS EN EL PUENTE DE DICIEMBRE?

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