Gdansk, el puerto del Báltico marcado por su lucha por la libertad
Laura Blanco Alegre
@lblancoalegre
4 de julio de 2019

 

 

La ciudad polaca ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia cuando se cumplen 80 años del inicio en ella de la II Guerra Mundial

Cuando se cumplen 80 años del inicio de la II Guerra Mundial, la Fundación Princesa de Asturias ha decidido otorgar su galardón de la Concordia a la ciudad polaca de Gdansk, donde comenzó la contienda con la batalla de Westterplate en un enclave estratégico a orillas del Báltico cuyo valor comercial ha sido a la vez fuente de riqueza y desgracia. La historia de Gdansk está marcada por las constantes ocupaciones e imposiciones de las que siempre tuvo que defenderse en una lucha por las libertades cívicas que le han valido el galardón.

Una mirada atrás

Teniendo en cuenta que Polonia como Estado desapareció durante dos siglos, al dividirse su territorio entre Rusia, Prusia y Austria, en la llamada época de las particiones Gdansk perteneció a los prusianos. Pero cuando tras la I Guerra Mundial, en 1918, se conforma la República Polaca como tal, Gdansk no entra a formar parte de ella sino que es designada Ciudad Libre bajo el auspicio de la Liga de Naciones firmado por el Tratado de Versalles. La mayoría de su población era entonces alemana y el auge del nacionalsocialismo tuvo su recuperación en el punto de mira desde el principio. De ahí que la ocupación nazi comenzara en Gdansk como paso previo para invadir Polonia, por lo que la batalla de Westterplante el 1 de septiembre de 1939 es considerada el inicio de la II Guerra Mundial. Westterplante es una pequeña península frente al canal del puerto donde una guarnición de 50 soldados vigilaba el depósito militar. Resistieron los bombardeos durante siete días hasta rendirse. Las ruinas de los cuarteles y casetas convertidas en museos son hoy testigo de un triste acontecimiento que cambió el curso de la historia y que cada año se conmemora en este lugar (este año, con motivo del 80 aniversario, se prevé que sea más especial).

 

Puerta dorada. Fotografía: Laura Blanco

La ciudad abierta al mar

Es Gdansk una ciudad abierta al mar, y es en torno a su malecón del río Motlawa donde se ha concentrado tradicionalmente su actividad y aún hoy es una de las zonas más vivas de la ciudad, un auténtico hervidero de paseantes y turistas en torno a las calles y avenidas que salen y entran desde el paseo marítimo a través de sus “siete puertas”, con la conocida como Puerta Dorada (no esperar que sea de ese color, sino gris claro) como la más significativa. Del siglo XVII, está decorada con estatuas que representan la paz, la libertad, la riqueza y la fama y coronada por una inscripción, esta sí en letras doradas, que dice: “La concordia hace crecer pequeños países, la discordia hace que caigan los grandes”.

 

Calle large. Fotografía: Laura Blanco

La calle larga (Dluga), que va de la Puerta Dorada a la Puerta Verde a orillas del río, lleva siglos siendo el paseo principal de la ciudad y es el eje central de la llamada Ruta Real. De ello da fe la majestuosidad de las fachadas de las casas señoriales a uno y otro lado, que tras la reconstrucción de la ciudad después de que el 90% fuera destruida en la II Guerra Mundial, se recuperaron con su colorido y decoración gracias a las fotografías existentes. En esta calle se encuentran el antiguo Ayuntamiento de ladrillo, hoy museo de la ciudad, coronado por una torre con un carrillón de 37 campanas (el original fue destruido por el Ejército Rojo en 1945) y la fuente de Neptuno, auténtico punto de encuentro para los locales e icono de la ciudad situada frente a la Casa Señorial de Artus, una de las más lujosas.

 



Neptuno y Casa señorial de Artus. Fotografía: Laura Blanco

El ámbar

Las calles entre puertas acogen no sólo bares y restaurantes sino un sinfin de puestos con el ámbar como producto estrella, ya que esta resina es propia del Báltico en esta zona y los artesanos locales llevan siglos tallándola y usándola en joyería, una de las principales actividades comerciales de la ciudad. De hecho, la calle, Mariacka (que desemboca en la Iglesia de Santa María, del siglo XIV y una de las más grandes del mundo construida en ladrillo) está dedicada íntegramente a tiendas y puestos de ámbar, la mayoría ubicados en los bajos de unas casas que destacan por sus majestuosas entradas (con escaleras, gárgolas y terrazas de piedra), si bien muchos sacan mostradores a la calle.

El movimiento obrero

El colorido de las fachadas de las casas burguesas de estas calles contrasta con el marrón rojizo del ladrillo visto de los edificios industriales en torno al puerto, con la antigua gran grúa medieval como principal protagonista al ser uno de los engranajes de este tipo más antiguos del mundo que aún funciona. La actividad portuaria es también una parte fundamental de la historia reciente de la ciudad. Fueron las huelgas en los astilleros de Gdansk las que en los años 70 y 80 iniciaron el movimiento obrero que desembocó en la creación del sindicato Solidaridad, liderado por Lech Walesa, y que acabó con el régimen comunista, bajo influencia soviética. En 1989 se celebraron las primeras elecciones democráticas y en las presidenciales de diciembre de 1990, Walesa, el líder sindical que llegó a estar siete años encarcelado (durante la ley marcial que ilegalizó el sindicato Solidaridad) y reconocido con el Nobel de la Paz en 1983, se convirtió en presidente de su país.

 

Los astilleros de Gdansk mantienen una actividad muy residual desde finales del siglo XX, fruto de la crisis de la industria naval en toda Europa, pero sus terrenos e infraestructuras se alzan orgullosas de su contribución a la democratización de Polonia. Igual que frente a la grúa medieval (junto con Neptuno, el icono de la ciudad) permanece atracado el carguero SS Soldek, que fue el primer barco construido en Polonia tras la II Guerra Mundial y hoy se visita como museo y testimonio de la recuperación de un país donde ciudades como Gdansk o Varsovia fueron totalmente arrasadas y que actualmente se encuentra inmerso en otro gran reto, su ingreso en la Unión Europea.

 

El buque Soldek


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