Un buen día decidió dar un portazo a su vida en Madrid. Hizo las maletas, metió a su gata Priscilla en el transportín y buscó un nuevo horizonte en tierras sevillanas.
Andalucía siempre estuvo presente en la infancia de Nuria Sierra, cuando las idas y venidas a Cádiz en época estival rompían la rutina familiar. Se adentraba entonces en unos meses de verano que ella llenaba de pura ficción, de complicidad y de aventuras con las amigas. No imaginaba por aquel entonces que el sur sería, años más tarde, su refugio vital.
¿Está de moda el cuento como género literario? ¿Buscamos en la ficción evadirnos de la realidad del momento?
Para mí, el cuento es un género bastante difícil de escribir, pero me resulta muy gratificante porque permite condensar, permite contar mucha historia en pocas palabras y es un ejercicio también de profundidad. Mientras la novela trabaja en extensión, el cuento lo hace en intensidad, ahondando en la temática. Además, me parece que permite una mayor reflexión, mostrar muchas cosas sin decirlas, dejando que el lector interprete. Creo que es un género literario bastante desconocido.
Siempre que el público en general piensa en literatura, piensa en novela. Sin embargo, hay grandes autores que han cultivado el género del cuento, desde Chéjov, que es quien, de hecho, inaugura el género tal y como lo conocemos hoy, pasando por Raymond Carver, Borges, Alice Munro…
Creo que con la ficción nos permitimos tratar temas que de otra manera no podrían abordarse. Estoy pensando, por ejemplo, en el relato periodístico, en la información. Muchas veces ese relato informativo de los hechos se queda corto para ahondar en una temática concreta y, sobre todo, para interrogarnos a nosotros mismos y ahondar en quiénes somos. Creo que eso es la ficción, es lo que nos permite realmente llegar al fondo de quiénes somos.
También sirve para evadirse de la realidad. La literatura, la ficción, sirven para evadirse, para entretenerse y, sobre todo, para aportar belleza ¿Qué sería del mundo sin un buen poema? ¿Qué sería del mundo sin una buena historia?
Creo que los humanos no podemos vivir sin ficción. Somos “homonarradores”. Desde que somos especie, pensamos nuestra vida en historias y no podemos vivir sin ellas. Siempre hemos contado historias y nunca dejaremos de contarlas.
Hay una frase de Ursula K. Le Guin, que dice que “hay sociedades que no inventaron la rueda, pero no hay ninguna sociedad que no contara historias”. Siempre nos hemos contado historias alrededor del fuego, necesitamos la ficción como una forma de evasión, de entretenimiento. Pero, al mismo tiempo, también de reflexión sobre nosotros mismos, de autoconocimiento sobre quiénes somos como especie.
¿Cuándo aparece la escritura en tu vida y qué ha supuesto la experiencia?
La escritura aparece en mi vida muy tempranamente. Me recuerdo toda la vida escribiendo. Al principio, más que escribir dibujaba historias. Soy muy visual, me gusta mucho la fotografía y la pintura. En casa, mi padre siempre ha tenido cámaras de fotos y mi tío, de hecho, tenía una habitación para revelar fotos. De niña me encantaba el collage y todo ese tipo de cosas.
Ya un poco más mayor, casi adolescente, me dio por la poesía. Gracias al universo no he conservado nada de aquella época, porque soy muy mala escritora de poesía. Es algo que me pesa.
En la adolescencia empecé a escribir diarios. Un día, de repente, me di cuenta de que mi vida era muy aburrida: una niña de 13 o 14 años en un entorno de vida normal, con una familia normal, que iba a un colegio de monjas… había poco que contar. Entonces empecé a ficcionar esos diarios. Supuestamente eran diarios reales que reproducían lo que pasaba en mi vida, pero empecé a inventarlos para darle chispa a mi historia.
Creo que ese es el germen de mis cuentos, reinventar lo que ha pasado en la realidad y darle otro enfoque totalmente distinto para que sea universal y pueda llegar a otros lectores. Ya en aquella época tenía la fantasía de que alguien leyera esos diarios y empatizara con lo que yo estaba escribiendo.
De una forma más rigurosa, llevo escribiendo cuentos desde el año 2000. Me apunté a los primeros talleres y cursos de escritura hace ya casi 25 años y mi primer libro de relatos, Nido ajeno, se publicó en 2014.
La escritura ha supuesto todo en mi vida. Vivo de la escritura, como de la escritura y no concibo la vida sin la escritura en todas sus fórmulas. Cuando hablo de escritura, hablo también de lectura, hablo de literatura en general. En realidad, no concibo la vida sin las palabras. Para mí es todo, es mi profesión y al mismo tiempo es mi pasión. Tengo la fortuna de poder desarrollarme profesionalmente con lo que me gusta.
Seis años después de La mujer que vendía el tiempo llega Una vez estuve muerta ¿Qué ha sido de Nuria Sierra durante todo este tiempo?
La mujer que vendía el tiempo ganó en 2017 el I Premio de Novela Breve de Escritura Creativa Clara Obligado y, efectivamente, se publicó en 2018.
En 2024 llega mi nuevo libro ¿Qué ha pasado durante todo ese tiempo? Pues ha pasado una apisonadora por mi vida. Tuve una crisis personal y profesional enorme y fruto de esos años de reencontrarme a mí misma surge Una vez estuve muerta.
Trabajé durante 17 años en un banco, era un trabajo bien pagado y me gustaba lo que hacía. Trabajaba en marketing y en gestión de contenidos, pero no me gustaba el entorno, no creía en un sistema que iba un poco en contra de mis valores. En el año 2016 hubo un ERE y, en ese despido colectivo, ofrecieron la oportunidad de acogerse a bajas voluntarias, yo opté por esa fórmula y me fui. Dejé un trabajo fijo por la nada más absoluta. Ciertamente ya empezaba con el germen de lo que es mi consultoría literaria actual, pero aún no estaba desarrollada.
Al mismo tiempo, ese año, me separé de mi pareja, con quien llevaba catorce años conviviendo. Me quedé sin trabajo, sin pareja y preguntándome: ¿Ahora quién soy yo? Fue ahí cuando todo se derrumbó, tuve una crisis de identidad brutal, no sabía quién era ni dónde estaba. En un momento determinado, me pregunté a mí misma ¿qué hago? La respuesta fue volver a encontrarme.
En ese proceso decidí dejar Madrid, la ciudad donde nací y donde llevaba toda la vida. Decidí venirme a vivir a Sevilla y, tal cual, empecé una nueva vida.
Entre La mujer que vendía el tiempo y Una vez estuve muerta, me ha cambiado completamente la vida. Un derrumbe y un resurgimiento total.
¿Qué mensaje quieres trasladar al público a través de estos once cuentos? ¿Cuál es el más especial de ellos para ti?
Una vez estuve muerta son once cuentos contados por mujeres en diferentes momentos de su vida. Podría ser una sola mujer en varios momentos de su vida, o muchas mujeres diferentes que van contando su historia. Todas ellas tienen en común que se enfrentan al orden establecido como pueden, o como les permiten a los roles de género, orbitando en un espacio límite entre la adaptación y la rebeldía.
El mensaje que quiero trasladar al público es el de qué hacemos con lo que nos pasa en ese espacio límite. Podemos derrumbarnos completamente o podemos decidir que, con ese derrumbe, se puede construir un nuevo edificio, reinventarse.
En el libro trato temáticas como el amor, la maternidad, las relaciones de pareja, el sexo, la fidelidad conyugal… Puede parecer que son temas muy femeninos, o muy del rol femenino, pero no tienen por qué, son historias universales que podría haber vivido cualquier persona.
Quiero transmitir esa sensación de derrumbe, de herida, de cuando ya estás en lo más bajo, en el último sótano y, luego, plantearle a lector qué hacer con todo eso, cómo adaptarse, cómo rebelarse, cómo hacer frente a esa realidad que resulta tan adversa.
El cuento más especial para mí es el primero, Islas flotantes. Inaugura el libro y está escrito en formato “vómito total”. Lo escribí de un tirón, luego está revisado y el final cambiado.
También el último es especial, se titula Y no te creas que te voy a mantener. Creo que son dos relatos que están muy unidos, tienen un hilo conductor bastante sólido. De hecho, estas dos mujeres que parecen diferentes son la misma en mi cabeza. Es la misma mujer, en el primer cuento tiene unos 40 años y en el último tiene 75, está ya jubilada.
Luego hay un relato al que tengo muchísimo cariño, es el más ficcional, el más alejado de mi vida: Supervivencia.
Supervivencia es un cuento que nace de una foto de la exposición de Word Press Photo de 2018. Fue la fotografía ganadora y me impactó mucho. Dos niñas tumbadas en una cama, en aparente estado catatónico con una sonda nasogástrica. Al leer el pie de foto, descubrí que es una enfermedad real llamada síndrome de resignación y la sufren preadolescentes, sobre todo niñas, que han vivido la guerra en países de conflicto. Pensemos en Siria o en Afganistán… son menores que han tenido que salir de sus lugares de origen y refugiarse en países nórdicos. Al llegar a Suecia o a Noruega, sufren una desconexión del mundo. Es lo que les pasó a estas dos hermanas. En el relato ficciono esa historia intentando entender a esas dos niñas adolescentes, comprender qué ha tenido que pasarles en ese de ese viaje, qué habrán visto para desconectarse con la intención de poder seguir viviendo.
Como decía antes, es uno de los enfoques que trabajo en el libro ¿Qué hacemos? ¿Nos adaptamos a la realidad? ¿Nos rebelamos? O, llegado el caso, ¿Nos podemos desconectar de la realidad para seguir viviendo?.
¿Cuánto de autobiográfico y cuánto de ficción hay en este libro? ¿Qué te ha dicho la familia y los amigos después de leerlo? ¿Se ha reconocido algún ex en él?
Hay mucho de autobiográfico. Los lectores que lo han leído y, sobre todo, quienes lo han leído para mis presentaciones -estoy pensando en Irene Reyes Noguerol y también en Francisco Javier Guerrero- me han dicho que hay mucho de verdad en estos cuentos. Se refieren a emoción, a que se percibe que parten de algo que ocurrió.
Me dicen que son historias muy universales, que conectan y que empatizan con ellas porque podría tratarse de su abuela, podría haberlo vivido su madre o podría habérselo contado una amiga. Entonces, bueno, con eso me quedo. Pero no, la gente cercana no me ha dicho nada.
Las personas que sí conocen mi historia son capaces de unir todos los hilos y de conectar la realidad con la ficción. Pero la gente que no me conoce tan de cerca, lo está leyendo muy en clave de ficción.
Y no, ningún ex, ni ninguna exnuera, ni ninguna exsuegra, ni ningún exnovio, ni exmarido de mi pasado ha venido a decirme que se reconoce en el texto. Quiero pensar que lo han leído en clave de ficción, que al final es lo que es, relatos de ficción.
Efectivamente, muchos de los cuentos surgen de una imagen, una frase, una situación vivida, bien personalmente, bien por amigos, o bien por familiares. Son cosas que han ocurrido en la realidad. La semilla del cuento es real, luego, obviamente, hay muchas capas de ficción. En algunos, como los que antes mencionaba, Islas Flotantes o Y no te creas que te voy a mantener, a diferencia del resto, hay mucho de realidad y pocas capas de ficción. Ocurrió de verdad.
Me están llegando muy buenas críticas, no solo de personas cercanas, también de menos cercanas y de los medios especializados. Sobre todo, me quedo con la idea de que han palpado la verdad.
¿De estar muerta se sale? ¿Existe la resurrección?
Existe, existe la resurrección, por supuesto. Como decía antes, creo que con lo que nos pasa en la vida podemos hacer varias cosas. Tenemos más capacidad de elección de lo que creemos.
Y sí, de estar muerta se sale. Se sale, además, con una visión totalmente distinta de la vida. Quiero pensar que mucho más sabia, o por lo menos con mayor fortaleza que cuando ocurrió el derrumbe. Creo que la fortaleza y la soberanía son dos cualidades que nos permiten esa resurrección, ese vivir después de una muerte metafórica.
¿Qué proyectos futuros profesionales y personales planeas?
Estoy escribiendo. He vuelto a la novela otra vez. Primero escribí Nido ajeno, que son relatos, luego La mujer que vendía el tiempo, que es novela. Ahora publico los relatos de Una vez estuve muerta y, bueno, pues toca novela.
Es así, cuando trabajo con mucha intensidad y con mucha condensación, como ocurre con los cuentos, después me gusta dejar volar la imaginación y, sobre todo, la extensión. Necesito contar una historia completamente distinta.
Ahora escribo una novela ambientada en el siglo XIX que tiene mucha labor de documentación. Me apasiona la documentación y me encanta la novela histórica. Me gustan las novelas que toman un hecho fidedigno y lo reconstruyen en ese tiempo concreto, disfruto mucho la recreación de los ambientes.
Además, sigo con mi consultoría literaria, estoy desarrollando nuevas mentorías, tanto de ficción como de no ficción, y creando contenido para desarrollar todos mis servicios editoriales.
Mi profesión es mi vida, así que mi futuro personal pasa por el desarrollo profesional de los proyectos, de la novela y de mi consultoría literaria.
Un libro favorito…
Teniendo en cuenta que soy lectora profesional, es decir, que leo no solamente por placer, sino también por mi trabajo, es complicadísimo decantarse por un solo libro.
Voy a citar tres, que son los epígrafes incorporados en Una vez estuve muerta. Se trata de tres obras muy recomendables: La pasión, de Jeanette Winterson, Una casa lejos de casa, un ensayo autoficcional de Clara Obligado y el tercero sería Departamento de especulaciones, de Jenny Offil.
Si como ocurre en Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury en la que hay un ejército de bomberos que quema libros y, entonces, todos los amantes de la literatura tienen que aprenderse y ser un libro, creo que yo tendría múltiple personalidad, porque sería imposible ser un único libro.
Me quedo con toda la obra de Raymond Carver, de Lorrie Moore, me quedo con El Gran Gatsby, con La conjura de los necios …
Un lugar preferido…
Sin duda el mar, las playas del sur, sobre todo las playas de Cádiz … me apasionan. Son mi refugio y el lugar al que siempre vuelvo.
Un sueño por cumplir…
Tengo muchos. Soy una soñadora a lo grande. Pero si tengo que elegir uno solo, sería llegar cada vez a más apasionados de las palabras a través de mis mentorías, de mis cursos, de mis formaciones y también de mis libros. Poder impactar y dejar huella cada vez a más lectores. De alguna manera, dejar un legado de ficción con el que la gente pueda llegar a emocionarse.
Magnífica entrevista. Reflexiones muy interesantes y una invitación a leer sus libros. Enhorabuena
¡Muchas gracias por leernos, Carmen! Nos encanta que te haya gustado 🥰
Da una visión de su obra que incita a leer sus libros.
El recorrido por su historia personal muestra a una mujer valiente y sensata que, acorde con sus principios, sigue sus objetivos.