“Viajar es la mejor manera de ver al otro si no cerramos los ojos”
Su relación personal con José Saramago, a partir de su estrecha y larga amistad con su mujer, Pilar del Río, y su dilatada y contrastada experiencia como periodista, fueron dos de los elementos fundamentales que le llevó al Centro Andaluz de las Letras, y a su entonces directora, Eva Díaz Pérez, a encargarle a Mercedes de Pablos la escritura de una biografía del premio Nobel portugués.
Así nace “José Saramago. La altura del hombre”, un retrato del escritor y un recorrido a lo largo de toda su vida en el que se mezcla lo más íntimo de la persona con la curiosidad y el rigor periodístico de quien tiene que contarlo. La reciente publicación del libro nos da pie para hablar con Mercedes de Pablos de literatura y viajes, valga la redundancia.
Cuenta en su libro que, antes que la curiosidad del viajero, a Saramago le sobreviene la curiosidad del lector, el conocer mundos diferentes al que le rodea a través de los libros, a través de las voces de los escritores. ¿Una cosa le llevaría a la siguiente?
Saramago descubre el mundo desde el papel de los libros, desde aquel primero que fue suyo a los miles que cogía prestados en la biblioteca pública donde fue saciando su curiosidad. Cierto que “Viaje a Portugal” es el primer encargo que le convierte en escritor no amateur, en profesional, pero su ser/escritor bebe directamente de su ser/lector.
El Alentejo portugués, Andalucía y Lanzarote. ¿Qué tienen en común para llamar la atención y atrapar el corazón de Saramago?
El Alentejo es la raíz (aunque Azinhaga, su pueblo natal, no sea exactamente esa comarca, sí es el universo de su primera y exitosa novela, “Levantado del suelo”), Andalucía, la poesía, desde que era un joven aspirante a poeta; y a Lanzarote lo lleva como bien titula Pilar su libro “la intuición de la isla”. Ese atlántico invitador a la balsa de piedra que es la península para Saramago. De Andalucía y de Lanzarote dijo que no eran su tierra “pero sí tierra mía”. Y podríamos añadir toda Iberoamérica, porque Saramago, reconocido en Brasil como lo era, descubrió en Latinoamérica un hogar, un lugar en el mundo.
Su obra “Viaje a Portugal” debió ser inicialmente una guía de viajes al uso y se convirtió, por voluntad del autor, en algo mucho más grande y trascendente…
Es increíble la vigencia de ese libro, la fortaleza de su recorrido, la voz de ese viaje que descubre y acompaña. En el centenario de su nacimiento, se ha hecho una edición preciosa, con las fotos que el propio Saramago hizo en su periplo, y volvemos a encontrar un viaje que se rehace cada vez que lo leemos. No es un libro mapa, es un libro camino, en todos los sentidos: Portugal y su historia, Portugal y sus gentes. Y el viajero y su historia y las gentes que habitan su mirada. Un libro imprescindible del profesor Cesar Rina sobre el iberismo, se abre
precisamente con un pasaje que es muy usado cuando hablamos de España y Portugal y de la raya. “¿En qué hablaran los peces del rio Douro/Duero?”. Es una pregunta muy hermosa que además sirve para destrozar en una sola línea los basamentos arbitrarios y deshumanizados de ciertos nacionalismos. Es emocionante que precisamente el puente que une Elbas con Badajoz lleve el nombre de Saramago… Y que sea sobre un rio humilde como es el Caya, tan humilde como necesario y fuente de vida…
En “La balsa de piedra”, la península ibérica inicia un viaje a lo desconocido desgajada abruptamente del continente europeo. ¿Las novelas de Saramago se pueden leer como viajes a lugares inciertos, desconocidos, nuevos paisajes que requieren de la reflexión para ser comprendidos?
Las novelas de Saramago (un universo cada una de ellas) tienen de viaje que el lector nunca vuelve igual después de haberlas leído. Siempre ha emprendido un camino a cuyo fin ya no será el mismo. Una de sus frases (de “El viaje del elefante”), “siempre llegamos donde nos esperan” es una invitación al viaje, al interior y al real. Sus novelas giran en torno a dos grandes preguntas: Qué pasaría si… (si nos quedáramos ciegos de pronto, si votáramos en blanco, si la muerte dejara de matar, si la península se desgajara de Europa) y Quiénes…
(quiénes levantaron el monumental monasterio de Mafra, quién era Ricardo Reis o cómo era nueve meses después de la muerte de Pessoa, quién soy yo si hay otro como yo, quién se esconde tras un nombre…) Y, a partir de la pregunta, el lector viaja por un mundo real y por el mundo que cada uno de nosotros habitamos desde nuestro yo y el yo ajeno.
“Ensayo sobre la ceguera” plantea la hipótesis de que toda la sociedad se queda sin la capacidad de visión. ¿Hay peor ciego que el que no quiere ver? ¿Esa ceguera se cura viajando?
Se cura viendo al otro. Y viajar es la mejor manera de ver al otro si no cerramos los ojos, si no llevamos prejuicios y resabios en nuestra maleta de viajeros.
Saramago era un incansable caminante. ¿Concebía el paseo como mero deporte o, a la manera de Robert Walser, como un auténtico viaje interior?
Las dos cosas. A Saramago le gustaba el ejercicio (nadaba cada día hasta casi el final de su vida), pero sobre todo buscaba momentos de soledad ya sea viendo atardecer siempre que podía desde una silla de su jardín de A Casa de Lanzarote bien callejeando. Le gustaba caminar,
era un caminante vocacional y también por su propia condición de no conductor. Él, que se ganó el pan en un taller de automoción siendo muy joven, nunca aprendió a conducir. Una de sus hazañas que gustaba de contar fue el accenso solo y sin compañía a uno de los volcanes de
la isla. Luego Pilar le abroncó por haberlo estado esperando, de noche ya, llena de angustia. Es un momento divertidísimo que puede verse en la película “José y Pilar” que, de alguna manera, es también una película de viaje. El viaje a una pareja y el viaje con una pareja porque, tras el Nobel, Saramago apenas paró quieto en casa.
¿Qué ruta por Portugal aconsejas para conocer mejor la figura de José Saramago?
Lisboa. La interminable Lisboa de Ricardo Reis o de la Historia del Cerco de Lisboa. Pero también el Alentejo, Azinhaga y Mafra. O un recorrido como el de “El viaje del elefante”, que lo lleva por media Europa. Pero, sin ninguna duda, el “Viaje a Portugal” sigue siendo la mejor compañía para conocer ese maravilloso país. Su recorrido, a veces a pie, sigue siendo apasionante.