En alguno de los textos de Virginia Woolf que he leído, sé que hay una frase en la que la autora relaciona viajes y libros de manera magistral. Una frase que me encajaría como la seda a la piel para el arranque de esta segunda entrega de Vacaciones de libro.
Pero ni mi memoria ni san Google han reaccionado a mi petición de ayuda. Afortunadamente, la autora de La habitación propia tiene pensamientos y sentencias suficientes como para recurrir a ella en cualquier ocasión. Por ejemplo, la que dice “Los libros son los espejos del alma”.
Así, seguimos indagando en el alma de nuestros autores y les pedimos que nos digan a qué libro viajarían para pasar unas vacaciones.
Juan Soto Ivars
Juan Soto Ivars apuesta por una casa inglesa muy concreta: “Yo me irá de vacaciones a la casa familiar de Tristram Shandy durante el parto de su madre. Me encantaría sentarme amodorrado y flemático en el salón, donde el padre y el tío Toby discuten sobre todos los temas humanos, divinos y profanos, mientras la pobre señora Shandy grita de dolor para traer al mundo al caballero que contará esta historia maravillosa, ayudado por Lawrence Sterne”.
Elena Medel
Elena Medel nos confiesa que quisiera instalarse un tiempo “en Pantalones blancos de franela, de Inmaculada Mengíbar. Releyéndolo lo percibo como un libro de otoño —habla de una relación que lucha por sobrevivir, de un proyecto de vida que se derrumba—, pero en mi memoria lo retengo como un libro de verano: lo leí por primera vez al borde de la piscina, casi sumergiéndome, tanto que las páginas se mojaron y tuve que secarlo al sol. El ejemplar se estropeó y así lo he conservado.
Aparecen hoteles, paseos por la playa, mitos revisitados. Me gustaría —quizá— vivir en este poema, titulado “Inspiración”: De los poemas, a veces, / como de tantas cosas en la vida, uno sabe / con más seguridad el final que el principio. // Basta verlos venir.”
Hipólito G. Navarro
Para Hipólito G. Navarro, la tentación primera “es largarse a las lecturas que nos fascinaron de niño, de chaval: al castillo del conde famoso de Bram Stoker, a la isla misteriosa de Verne, a las colinas llenas de hermosas muchachas de Pavese. Aunque ahora que lo pienso, en esta edad mía, más que miedos, aventuras o atropellados erotismos, lo que cumple y más me apetece es habitar en las páginas de la calma, en algunos libros donde el tiempo se remansa y podría incluso detenerse, sin que llegue a brotar del todo el aburrimiento”. En ese sentido, Poli apuesta por irse “sin pensarlo demasiado a las montañas de Bàrnabo, el joven guardabosques del primer Dino Buzzati, para empaparme del sentimiento de la espera, no de la espera a alguien o a cualquier acontecimiento, sino al hecho de esperar, sin más. En su retiro en el Valle delle Grave, en la Casa de los Marden, habitaría gustoso, en ese paisaje más amable que el desierto de los tártaros que ya apuntaba en el horizonte literario de su autor”.
No contento con ello, también pasaría unas largas vacaciones “en la casa de campo en la Toscana del jurista Piero Calamandrei, en sus páginas bellísimas, escritas entre 1939 y 1941, años terribles en Italia y en Europa, para «inventariar» los veranos de su infancia y adolescencia en aquel paraíso, que a su vez me recuerdan las páginas imprescindibles de nuestro antequerano genial Muñoz Rojas, el de las musarañas y las cosas del campo, o las del burrito de Juan Ramón Jiménez, el moguereño universal. En la paz y la calma de todos ellos me iría a vivir ahora mismo, sin pensar”.
Silvia Hidalgo
Sin embargo, ese recogimiento personal no se lo inculcaron a Silvia Hidalgo. A ella le dijeron una vez que las vacaciones “no son para disfrutar, las vacaciones son para estar con la familia. Eso pensaría Sophia, la niña de El libro del verano de Tove Jansson cuando aquel julio la enviaron a una cabaña perdida en un islote aún más perdido del Báltico. Por unos días la acompañé, como una polilla de las que la niña se guardaba en los bolsillos, saltando de islote en islote, a cuál más impronunciable: Skränmashäll, Norra Graskär o Ytterskär. Sin embargo, el verde reconocible, el mismo musgo, las mismas hojas, el cielo idéntico que se abre y se cierra sin previo aviso. Reconocer los paseos con la abuela, no la mía, la fantaseada: alta y oscura, invencible. Practicar el abrazo con un gato roñoso, prepararse así para el amor no correspondido y seguir queriendo, cada vez más, como a su padre, como a cada una de las piedras flotantes, molestas por la visita, orgullosas y dispuestas a alejarte de ellas. Primero con una tormenta, después, furiosas, con un temporal, lo necesario para mandarte a la otra orilla, donde se acaba el verano, desde la que te vuelves a mirar de nuevo el verde, el cielo que se abre y solo anhelas volver.»
Salvador Navarro
Por su parte, Salvador Navarro confiesa que llegó al Brasil de John Updike “casi por obligación, tras recibir una invitación para una conferencia sobre novelas de viajes en Madrid junto al recientemente fallecido Javier Reverte. La premura por leerla me provocó una transmutación en el personaje que se pierde por las selvas amazónicas.
Un recorrido carnal, agotador, deslumbrante, por paisajes donde la civilización no existe, en una aventura donde siempre había que tirar hacia delante y a la que vuelvo cada vez que veo el libro en mi biblioteca”.
María Zaragoza
Y si alguien adora Italia, esa es María Zaragoza. “Creo que en parte que amo Italia por la Italia ficticia de Momo, que me afectó tanto en mi infancia. Creo que sigue siendo la mejor crítica al neoliberalismo que existe, y no creo que Michael Ende eligiera gratuitamente Italia, que parece detenida, como espacio donde colocar una amenaza que viene en forma de hombres grises que enseñan a ahorrar el tiempo eliminando todo lo que significa detenerse, todo lo que al final nos hace felices: el arte, la belleza, la imaginación y los pequeños placeres íntimos. No estoy segura de que se diga que es Italia en ningún momento, pero las descripciones y los nombres de casi todos los personajes así lo sugieren. Me iría a vivir a ese pueblo en el que Momo aparece, antes de que los que consumen la felicidad ajena amenacen con destruirlo”.
(Continuará…)